desintegracion familiar

lunes, 5 de octubre de 2009

Consecuencias


Una de las consecuencias más perjudiciales y nefastas para nuestro país es la desintegración familiar causante de la emigración, consecuencia de ella se da la falta de oportunidades y la inexistencia de políticas de gobierno que generen desarrollo y empleo para la población guatemalteca.
Miembro de ConamiguaLa pobreza acrecienta dentro del país y hace que padres desesperados busquen mejores oportunidades dejando familias constituidas que en una alarmante mayoría nunca vuelven a constituirse en lo que un día fueron. Lamentablemente pocos son lo que regresan al núcleo familiar contrario a ello paulatinamente emigran totalmente. Con esto el país pierde la base de la sociedad como lo es la familia, no obstante a ello de estar regulada en la Constitución Política de la República de Guatemala."

Alba Trejo


Alba Trejo, delegada de la Presidencia para el tema del femicidio, asegura que el Gobierno está preocupado por estos niños y está concensuando con los grupos pro derechos de la mujer para ejecutar políticas que contribuyan a disminuir los índices de femicidio y violencia intrafamiliar, y entre los proyectos que promueve su oficina está el de atender a las víctimas colaterales de estos crímenes.

El trauma


El trauma de los infantes es abonado con la estigmatización de que son objeto por parte de la sociedad ya que por lo general, la gente cree que si una mujer muere, fue porque estaba involucrada en alguna actividad ilícita, o porque eran prostitutas o drogadictas, explica Cruz y el rumor se extiende por la escuela a la que asisten los huérfanos, lo cual acrecienta el daño emocional.Hilda Morales, también de la Red de la No Violencia Contra la Mujer, reclama que no hay ninguna institución del Estado que se haga cargo de este tema y que cada vez se hace más grande el problema, el cual se mantiene invisible. “La inseguridad es responsabilidad del estado y en este caso por la inseguridad los niños y las niñas han quedado huérfanos”, dice Morales.

Giovanna Lemus


Giovanna Lemus, de la Red de la No Violencia Contra la Mujer, explica que además del daño emocional, los niños sufren de forma drástica la desintegración familiar, ya que en la mayoría de casos, la madre es el sostén de la familia, y tras su muerte, los niños quedan a cargo de los abuelos maternos, tíos o tías.El padre, que en muchos casos es el agresor, desaparece o está en la cárcel.Hasta el pasado agosto se habían reportado al menos 300 casos de femicidio, de los cuales 155 fueron producto de la violencia intrafamiliar, y del total de las muertes de mujeres (443, cifra que incluye los fallecimientos que no tipificados como femicidio) 161 tuvieron como escena del crimen el seno del hogar.“Los niños han sido testigos de la muerte de su propia madre y ellos no saben cómo interpretar eso” se lamenta Cruz, quien señala que muchos de ellos caen en una profunda depresión que los mantiene en cama durante largos periodos.

Los huérfanos


Los huérfanos por femicidio sufren secuelas
de tipo psicológico, familiar y social.
(Foto Prensa Libre)
Aunque el índice de femicidio en Guatemala es uno de los más altos, el problema tiene repercusiones mayores que no terminan con la muerte de una mujer, las “víctimas colaterales”, principalmente los hijos, siguen sufriendo las consecuencias emocionales, económicas y sociales que conllevan la pérdida de la madre.La experiencia de la Fundación Sobrevivientes les dice que los niños muchas veces son testigos presenciales de la muerte de su madre, lo que les causa serios síntomas de stress post traumático, depresión y arranques de ira.“Sólo nosotros estamos atendiendo a un promedio de 250 niños que han quedado huérfanos como consecuencia de femicidio, pero a nivel nacional este problema es grave porque el Estado no tiene ningún programa para atenderlos”, señala Norma Cruz, directora de la Fundación Sobrevivientes.De los casos de femicidio que la fundación acompaña para que se realice un juicio justo, las madres asesinadas dejan en la orfandad a entre tres y siete hijos.

Este experto


Este experto ha trabajado en la reinserción de los mareros desde hace 15 años y coincide con el padre Merino en que la falta de atención familiar y la ausencia total de los padres en los hogares, son factores que los inducen a unirse a las pandillas, porque de otro forma se pensaría que todos los pobres son mareros, puntualiza Goubot.


Otro de los esfuerzos hechos para recuperar a los pandilleros es el de la Fundación cristiano evangélica Nicky Cruz, que llegó a Guatemala para establecer su centro de ayuda a los mareros interesados en otra forma de vida. Sin embargo, "no pudieron mucho", según Goubot, por el rechazo que estos grupos despiertan en la sociedad, debido al daño que provocan. 07/AT/GG

En ese entonces,


En ese entonces, sólo se dedicaban a robar y consumir droga, y eran jóvenes entre los 19 y 25 años de edad. A partir de 2000, esos delitos cambiaron y pasaron del robo a los asesinatos, las disputas territoriales y violaciones, y las edades de ingreso se redujeron a los siete años de edad.


Aunque ha surgido la ayuda hacia estos grupos, no ha tenido el efecto deseado. Tal es el caso de la Asociación para la Prevención del Delito, con siete años de existencia en el país y dirigida por Emilio Goubot, quien tiene experiencia en la reinserción de pandilleros de El Salvador y Guatemala.
Esa asociación logra reinsertar a la sociedad un promedio de 95 a 195 pandilleros anualmente, pero algunos de estos regresan a su grupo, al sentirse rechazados, y otros son asesinados porque decidieron desertar, agrega Goubot.

En Guatemala, según


En Guatemala, según la Comisión Nacional Contra el Maltrato Infantil, la niñez es víctima en todo. Para muestra, siete de cada 10 pequeños sufren maltrato físico, verbal y abuso sexual, principalmente en sus hogares, sin que las leyes los protejan.


A ello se agrega que, por lo menos, medio millón de niñas, niños y jóvenes no estudian porque tienen que trabajar. La Organización Internacional del Trabajo estima que, en este país, hay 937 mil 530 niñas, niños y adolescentes que trabajan en comercio, agricultura y fábricas.


El fenómeno de las maras no es algo nuevo en Guatemala. Estas pandillas se iniciaron en 1985, cuando proliferó la deportación de inmigrantes a Centroamérica, tras el endurecimiento de las leyes migratorias en los Estados Unidos.

El sub director de la PNC


El sub director de la PNC, Henry López, apunta que las pandillas han logrado estructurarse de tal forma que, dentro de ellas, existen puestos jerárquicos. Hay tareas para cada uno, a los niños los mandan a cobrar las extorsiones, las mujeres vigilan a las víctimas y a los más antiguos los ponen a asaltar autobuses, negocios o asesinar.


Pero, ¿a qué se debe la proliferación de las maras en Guatemala? Una investigación efectuada por el sacerdote católico Juan Merino, para el Foro Ecuménico por la Paz, rompe con el mito de que sus integrantes buscan formar parte de las pandillas por su situación de pobreza.


El análisis de Merino, quien sostuvo entrevistas con pandilleros de todo el país, apunta a que los principales factores por los que las y los niños se involucran, es la desintegración familiar, el abandono o descuido de los padres. Además, menciona la falta de principios morales, de afecto, la presencia de abuso sexual y maltrato infantil.

Actualmente, la presencia de las maras ha penetrado hasta las regiones indígenas. Este país cuenta con 22 grupos étnicos y en casi todos hay presencia de las pandillas, pese a que los indígenas se rigen por patrones distintos a los de los habitantes ladinos, tales como la religión y las costumbres familiares de permanecer unidos.
Tatuados hasta los ojos, vestidos con ropa floja y cabeza rapada, las y los mareros son considerados un fenómeno que no sólo afecta a Guatemala, pues también lo padecen en grandes dimensiones El Salvador y Honduras, donde se dedican a extorsionar, robar, vender droga o matar.
La Policía Nacional Civil (PNC) mantiene un monitoreo del comportamiento de las maras y señala que estos crean sus propios símbolos y graffiti, y sus señales de mano. Su forma de actuar se basa en la violencia, bautizan a sus nuevos miembros con grandes golpizas y las mujeres deben tener relaciones sexuales con la mayoría de los miembros del grupo al que pertenecen.


Tanto en Guatemala como en El Salvador y Honduras prevalecen dos grupos de maras, una denominada la MS-13 y la M-18. Ambos grupos tienen un lenguaje gestual a través de las manos, delimitan su territorio y no permiten que un miembro de otra mara ingrese. Quien lo haga es asesinado inmediatamente.

Guatemala,


Guatemala, Guat., 7 agosto 07 (CIMAC/SEMlac).- Cada día más niñas y niños son integrados en Guatemala a las pandillas juveniles o maras, cuyos líderes reclutan a jovencitos de entre siete y 15 años de edad para utilizarlos en tareas que ellos no pueden hacer (porque tienen conflictos con la ley), como el cobro de dinero por extorsiones y vigilancia de las víctimas.Así se aprovechan de la situación de vulnerabilidad en que se encuentra más de la mitad de los seis millones de niñas, niños y adolescentes que viven en este país centroamericano y los enrolan, bajo el engaño de que allí encontrarán lo que no tienen en su verdadera familia: protección y atención.
Las y los niños que provienen de hogares desintegrados, o de familias donde predomina el abuso sexual y la violencia familiar, empuñan un arma e intentan mostrar que pueden matar para así lograr la aceptación de los líderes "mareros".

De ahí que el número de integrantes de las pandillas en Guatemala haya crecido considerablemente en 10 años. Se estima que hay unos 70 mil jóvenes agrupados en 236 maras reconocidas y organizadas, según el informe Política de Desarrollo Social y Población 2006 de la gubernamental Secretaría General de Planificación.
A criterio de los defensores de los derechos humanos que mantienen contacto con los pandilleros, la mayoría de esos jóvenes proceden de los 600 cinturones de pobreza que conforman la ciudad y colonias marginales, de hogares desintegrados y violentos, o son hijos de madres solteras.

Más matrimonios


Más matrimonios Según estadísticas del Registro Civil de Quetzaltenango, en lo que va del año los matrimonios son más que los divorcios; no obstante, se cree que el número de desintegraciones familiares es mayor debido a que el Código Civil complica la separación de las parejas por la manutención de los hijos.Divorcios 23Matrimonios 1 mil 335

Migración












Migración Según la organización Sin Fronteras, la falta de oportunidades en Guatemala es una de las causas de la migración, la cual provoca desintegración familiar porque el padre o hijos se van de la casa. También ha aumentado la migración de menores de edad que buscan escapar de situaciones de violencia intrafamiliar o abuso, y deciden dejar su hogar.

Matrimonio y divorcios


Matrimonio y divorcios Respecto al matrimonio y al divorcio, el religioso Jorge Hernández, del colegio Evangélico La Patria, explica que en el plan de Dios no se incluía el divorcio, menos la separación del hombre y la mujer, “es alarmante el número de divorcios, los hijos que crecen en un hogar desintegrado o de padres divorciados aprenden que los pactos no importan y que no tienen valor”, dijo.

Consecuencias


La psicóloga Brenda Rodríguez opina que cuando existe desintegración familiar cada miembro se ve afectado, especialmente en cuanto a pérdida de identidad y baja autoestima. “De estos dos se derivan el uso de drogas, amigos no adecuados, actividades incorrectas, prostitución, problemas conductuales, desde pasividad hasta agresividad, todo especialmente en niños y adolescentes que son los más afectados”, explica Rodríguez.

tema


“En estos tiempos se han privilegiado más los logros personales, provocando que haya menos tiempo para la familia; incluso, llega a catalogarse como un obstáculo para la realización personal o para acceder a bienes materiales. Ahora se ven familias desintegradas, monoparentales -de un solo padre y sus hijos- jóvenes que no desean comprometerse en matrimonio porque ven que los hijos se convierten en obstáculo”, comenta Del Castillo.

Causas


Uno de los males del siglo XXI es la desintegración familiar, causada por la migración, los divorcios, la ambición y los problemas económicos.
La desintegración familiar trae como consecuencia problemas que van desde la delincuencia, violaciones, drogadicción, hasta la prostitución. La sociedad ha sido considerada como la unidad básica de la familia, por ser una escuela de relaciones humanas y de estabilidad emocional. Según el religioso Héctor Del Castillo, del Tribunal Eclesiástico de la Iglesia Católica, en este tiempo se ha impuesto un sistema económico que hace que los miembros de la familia se separen más.

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